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Cuando el maltrato también afecta a los animales del hogar

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Opinión

David Dorado Rivera es Graduado en Criminología, Máster en Perfilación Criminal y Análisis de la Conducta, Máster en Intervención Criminológica y Victimológica, y oficial de la Policía Municipal de Alcorcón (Madrid). Nuria Máximo Bocanegra es doctora por la Universidad Rey Juan Carlos, profesora titular, terapeuta ocupacional, y directora de la cátedra Institucional de Investigación Animales y Sociedad.

Durante décadas, la violencia intrafamiliar ha sido abordada desde la perspectiva de las víctimas humanas. Sin embargo, una dimensión apenas explorada comienza a emerger con fuerza: la de los animales domésticos como posibles víctimas de esa misma violencia. En los hogares donde se producen situaciones de maltrato, los animales conviven con las personas afectadas y pueden convertirse en instrumentos de control o coacción por parte del agresor. Este trabajo analiza los resultados de una investigación pionera en España que aborda esta realidad desde una perspectiva criminológica y victimológica, con el objetivo de determinar si los animales del hogar son, efectivamente, víctimas más de la violencia intrafamiliar.

El marco legal y teórico: una mirada incompleta

En España, la violencia doméstica y de género están recogidas en distintas normas, entre ellas la Ley Orgánica 1/2004, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, y el Código Penal (Ley Orgánica 10/1995). No obstante, ninguna de estas normas reconoce expresamente a los animales como víctimas de la violencia intrafamiliar. La Ley 17/2021, que modifica el Código Civil y reconoce a los animales como seres sintientes, constituye un avance, pero aún no los sitúa dentro del marco de protección frente a la violencia doméstica. El artículo 340 bis del Código Penal establece sanciones por causar daño o sufrimiento a animales domésticos, y en su apartado 2.g) reconoce por primera vez el maltrato animal como un medio de coacción en la violencia de género. Sin embargo, esta protección no se extiende de forma explícita a los casos de violencia familiar general.

Desde la Criminología, diversas teorías permiten comprender el vínculo entre la violencia hacia los animales y la ejercida contra las personas. La Teoría General de la Tensión (Agnew, 1992) explica cómo la acumulación de frustraciones y situaciones adversas puede derivar en conductas violentas. La Teoría del Aprendizaje Social (Bandura, 1977) sugiere que las conductas agresivas se aprenden por observación e imitación, especialmente dentro del entorno familiar. Finalmente, la Teoría de las Actividades Rutinarias (Cohen y Felson, 1979) señala que el delito ocurre cuando confluyen un agresor motivado, una víctima vulnerable y la ausencia de guardianes. En el contexto doméstico, los animales encajan plenamente en esta categoría de víctimas vulnerables.

El estudio: metodología y muestraLa investigación, de carácter observacional y transversal, se realizó mediante un cuestionario en línea entre abril y mayo de 2021. Participaron 365 personas residentes en España mayores de edad y convivientes con al menos un animal doméstico. El muestreo fue de tipo no probabilístico, siguiendo el método de bola de nieve, y la difusión se realizó a través de redes sociales. El análisis de datos se llevó a cabo mediante estadística descriptiva e inferencial (prueba chi-cuadrado y V de Cramer).

Resultados principales

En nuestro estudio se contó con 365 participantes lo que ofrece una mirada profunda sobre cómo la violencia doméstica impacta no solo a las personas, sino también a sus animales de compañía. La edad promedio de quienes respondieron fue de 38 años, y los testimonios recogidos revelan historias que van más allá de las cifras.

La mayoría de las personas se identificó con el género femenino, y una buena parte vive en la Comunidad de Madrid, Andalucía o Cataluña. Casi la mitad son solteras, y muchas no tienen hijos. Destaca también que más de tres de cada cuatro participantes tienen estudios universitarios, lo que nos habla de una muestra con alto nivel educativo.

Los perros y gatos lideran la lista de animales domésticos, aunque también conviven aves, roedores y reptiles. Para muchas personas, estos animales no son solo compañía: son un apoyo emocional y un miembro más del hogar.

Más de una quinta parte de los participantes ha sufrido algún tipo de violencia en su entorno doméstico. La más común es la psicológica, aunque también se registraron agresiones físicas, económicas y sexuales. Muchos han sido testigos de violencia hacia otras personas, especialmente violencia psicológica, y en más de la mitad de los casos se combinan distintos tipos de maltrato.

En la mayoría de los casos, los agresores son hombres, y las figuras más frecuentes son los padres, exparejas masculinas o ambos progenitores. Este patrón muestra cómo la violencia se ejerce principalmente desde el entorno familiar cercano.

Un hallazgo preocupante es que, cuando una persona sufre violencia, a menudo su animal de compañía también se ve afectado. El maltrato puede ser físico —golpes, abandono o privación de cuidados—, pero también psicológico, cuando se usa al animal como forma de control o castigo. En los casos en que tanto la persona como el animal son víctimas, el agresor suele ser hombre en más del 80% de los casos.

Los datos muestran que la mayoría de la violencia nunca se denuncia. Incluso cuando la violencia afecta también a los animales, solo una minoría decide acudir a las autoridades. Esto revela una alta cifra de maltrato no reportado y la necesidad de mejorar la respuesta institucional.

Casi todos los participantes consideran a su animal un miembro más de la familia. Además, la gran mayoría cree que los animales necesitan una mayor protección jurídica y reconoce la falta de recursos especializados para casos de violencia. Solo un pequeño grupo no ve necesaria esta protección, y en él predominan los hombres.

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