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Comienza el cole: La mejor lección, dar ejemplo

Empieza el cole
Seguridad vial
Con septiembre llegan los libros, las mochilas, los reencuentros con los amigos… y también un pequeño caos en la puerta del colegio. Coches entrando y saliendo, niños corriendo de un lado a otro, padres con prisas y un tráfico que, si no se gestiona bien, puede convertirse en una fuente de riesgos. Por eso, en este regreso a las aulas, es fundamental recordar que la seguridad vial empieza con pequeños gestos diarios que están al alcance de todos.

¿Qué ocurre cuando aparcamos mal o con prisas?

El acto aparentemente inofensivo de detener el coche en doble fila o junto al paso de peatones tiene más consecuencias de las que pensamos. En primer lugar, se entorpece la visibilidad de otros conductores y peatones. Un niño que intenta cruzar no es visto a tiempo porque un vehículo mal aparcado tapa su trayectoria. Además, se bloquea el tráfico: un solo coche mal detenido en la puerta del colegio puede generar un efecto dominó, retrasando a decenas de familias y aumentando la tensión en la vía.

Lo más preocupante es el riesgo para los propios menores. Muchas veces, al bajarse de un coche mal estacionado, los niños deben esquivar otros vehículos o caminar entre filas de coches, algo extremadamente peligroso si algún conductor está maniobrando y no los ve. Al final, lo que parece ganar unos segundos de comodidad se convierte en un foco de estrés y en un aumento de peligros que afectan a todos.

La solución es sencilla: tiempo y calma

La mejor receta contra las prisas es planificar. Salir de casa diez minutos antes puede marcar la diferencia entre llegar corriendo y sin aliento, o hacerlo con tranquilidad y sin riesgos añadidos. Este margen extra nos permite aparcar con calma en una zona autorizada, acompañar a los pequeños hasta la puerta y, de paso, empezar la jornada con otra actitud.

También conviene conocer calles alternativas cercanas al colegio donde estacionar sin bloquear el tráfico principal. No siempre es necesario dejar el coche justo en la misma puerta: caminar unos metros adicionales aporta seguridad y evita la aglomeración en un único punto.

Y lo más importante: respetar siempre los espacios señalizados. Los pasos de peatones, los accesos a garajes, las zonas reservadas o las paradas de autobús escolar tienen una función concreta. Ocupándolos de forma indebida no solo infringimos la norma, sino que creamos un problema para toda la comunidad educativa.

¿Y si vamos andando o en bici?

No siempre es posible, pero cuando la distancia lo permite, ir andando o en bicicleta es la mejor opción. Además de reducir el tráfico en los alrededores del colegio, estas alternativas fomentan hábitos saludables y sostenibles. Caminar al colegio es, en sí mismo, una clase diaria de educación vial: los niños aprenden a esperar, a mirar a ambos lados, a respetar semáforos y a entender que la calle se comparte.

Los beneficios para la salud son claros: mejora la condición física, reduce el riesgo de obesidad infantil y favorece el bienestar emocional. También se convierte en un momento de complicidad familiar, un tiempo de conversación y conexión que, con las rutinas aceleradas, a veces se echa en falta.

En el caso de la bicicleta, las normas son claras: siempre con casco, prendas reflectantes, y circulando por carriles bici o la calzada, nunca por la acera. Los adultos deben acompañar a los pequeños en sus primeros trayectos, enseñándoles a señalizar sus maniobras, a respetar las normas de prioridad y a identificar los puntos de mayor riesgo.

¿Qué podemos enseñar a nuestros hijos cada día?

Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que se les dice. Por eso, los adultos debemos ser el ejemplo en el respeto a las normas viales. Algunas enseñanzas básicas que podemos reforzar a diario son:

  • Cruzar siempre por los pasos de peatones, nunca entre coches aparcados.
  • Respetar los semáforos: no basta con mirar; hay que esperar al verde.
  • Andar por el lado interior de la acera, alejados de la calzada.
  • No correr ni jugar en la zona próxima a la carretera, por mucho que la emoción les empuje.
  • Pedir ayuda en lugares seguros: si un niño va solo y siente peligro, debe saber que puede entrar en un comercio cercano, pedir ayuda a otras familias o llamar la atención a gritos.

Estas rutinas sencillas, repetidas cada día, se convierten en hábitos de por vida.

Y si vamos en coche…

El coche sigue siendo la opción más habitual, pero eso no significa que deba hacerse de cualquier manera. Aquí algunos puntos clave:

  1. Sistemas de retención infantil: los menores que midan menos de 1,35 metros deben viajar siempre en los asientos traseros y en sillas homologadas, adaptadas a su peso y altura. Nunca deben llevar la mochila puesta dentro del asiento, ya que compromete la eficacia del cinturón.
  2. Paradas correctas: evita las maniobras rápidas o las detenciones en doble fila. Aparcar bien, aunque esté un poco más lejos, garantiza que el descenso de los niños sea seguro.
  3. Velocidad mínima en las inmediaciones: los entornos escolares exigen una conducción pausada. Incluso a baja velocidad un golpe puede causar lesiones, y la diferencia entre circular a 20 km/h y a 40 km/h puede ser la diferencia entre detenerse a tiempo o no.
  4. Ejemplo al volante: nada de pitar, saltarse un ceda o apurar el semáforo. Los niños observan, y de nosotros depende que asocien conducir con calma y respeto.

La misión de la Policía

La presencia policial en los accesos al colegio no busca incomodar ni sancionar, sino ordenar el tráfico y proteger a los menores. Su función es hacer visible la necesidad de respeto en una zona donde confluyen muchos factores de riesgo: coches, bicicletas, peatones y un gran número de niños en movimiento.

Gracias a su labor, los docentes pueden entrar y salir sin bloqueos, los autobuses escolares realizan su parada con seguridad y los pequeños llegan tranquilos al aula. Su trabajo es recordarnos que el colegio no es un circuito, sino un entorno donde la velocidad debe ser mínima y la paciencia máxima.

Recuerda cada mañana

La seguridad de los niños empieza con la responsabilidad de los adultos. Cada día podemos tomar decisiones que marquen la diferencia:

  • Salir con antelación, para evitar prisas y maniobras peligrosas.
  • Dar ejemplo, porque los hijos repiten lo que ven.
  • Aparcar correctamente, respetando los espacios señalizados.
  • Priorizar alternativas sostenibles, como caminar o ir en bicicleta.
  • Conducir despacio en las inmediaciones del colegio, sin excepción.

Cada mañana llevamos al colegio lo más valioso que tenemos: nuestros hijos. Y ellos merecen un entorno ordenado y seguro, donde el tiempo no se mida en segundos de retraso, sino en tranquilidad y confianza. Llegar con calma, respetar las normas y madrugar un poco más son gestos sencillos que evitan riesgos y transmiten a los pequeños una lección que les acompañará toda la vida: la seguridad vial es responsabilidad de todos.

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