Era la una y veinte de la tarde de este viernes, quedaban apenas 40 minutos para que Jorge Martínez, policía local de Nambroca, municipio de Toledo de 5.150 habitantes, finalizara su jornada laboral. Pero la llamada de un vecino al 112 alertó de que un fuego en una calle de las afueras del municipio estaba devorando una zona de pastos.
El incendio estaba a unos diez metros de una hilera de chalés y se propagaba con rapidez. Los bomberos del Consorcio habían recibido el aviso, pero Jorge ya estaba en el lugar. «Yo no podía estar esperando ahí quince minutos con los brazos cruzados hasta que llegaran los bomberos, porque en una situación de éstas cada minuto se multiplica por mil», reconoce el agente, que se encontraba de servicio en solitario porque su compañero -la otra mitad de la plantilla- está de vacaciones.
Así que, sin dudarlo, Martínez sacó del vehículo policial seis extintores «porque en Nambroca estamos cerca y lejos de todo», y comenzó a sofocar las llamas. «Fue una situación desesperante porque apagaba las llamas y volvían a salir por otro lado, y me tenía que meter dentro de las cenizas. Era como las velas cuando las apagas y otra vez se vuelven a encender. Yo solo pensaba qué iba a hacer cuando se terminaran los extintores, solo me quedaba esperar y ver cómo se quemaba todo», afirma el policía, que tiene «muy claro» que, «si no hubiese actuado así, hoy estaríamos hablando seguramente de alguna desgracia; de gente evacuada y daños materiales».
No es la primera vez que Jorge se arriesga por los demás
Relata que un vecino de los chalés cercanos adonde se originó el fuego salió para ofrecer agua mientras intentaba sofocar las llamas. «Me dio una botella de agua y me dio las gracias», apunta el agente, quien reconoce que «me sabe mal» que hoy en día no se valore la prevención a la hora de evitar tragedias como la que podía haber ocurrido en el municipio.
Cuando llegaron los bomberos, el fuego ya estaba apagado. «Solo tuvieron que refrescar la zona y me dieron las gracias por mi intervención», relata el agente, quien el pasado año recibió la cruz con distintivo blanco de la Policía Nacional por salvar la vida de varias personas a lo largo de su trayectoria profesional.
«Lo único que me queda es mi orgullo personal porque se podía haber producido una desgracia y no ha ocurrido. Es mi trabajo y estoy orgulloso de ello», afirma Jorge, quien llegó más tarde a casa al finalizar su jornada laboral. Tuvo que poner rumbo al Hospital Universitario de Toledo, donde fue atendido por inhalación de humo y partículas de polvo.