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Humanizando el asfalto: el poder de la mediación vial

Humanizando el asfalto
Opinión

Gabriel Fernández Valverde es policía local, criminólogo y experto en Mediación Vial (MÉVIAL). Es miembro del Observatorio de Criminología Vial

Los siniestros viales son una tragedia silenciosa que trasciende las estadísticas. Cada año, miles de personas pierden la vida y millones sufren lesiones graves en accidentes de tráfico, dejando un rastro de dolor físico, emocional y económico que afecta a víctimas, familias y comunidades enteras. Más allá de las cifras, los siniestros viales representan un problema sanitario, social y jurídico de primer orden, cuyas consecuencias se extienden mucho más allá del momento del impacto. Mientras que los sistemas tradicionales de respuesta se han centrado en la prevención, el castigo o la compensación económica, las necesidades emocionales y simbólicas de las víctimas —como el reconocimiento moral, la necesidad de respuestas o la recuperación de un sentido de control— suelen quedar desatendidas. En este contexto, la Mediación Vial, fundamentada en los principios de la Justicia Restaurativa, emerge como una vía transformadora para abordar estas carencias, ofreciendo una alternativa que no solo busca reparar el daño, sino también promover la responsabilidad y la reintegración social.

La Justicia Restaurativa, según autores como Howard Zehr y John Braithwaite, desplaza el enfoque del castigo hacia la reparación del daño, la participación activa de las partes y la restauración de las relaciones afectadas. Zehr destaca la importancia de centrarse en las necesidades de las víctimas, mientras que Braithwaite subraya cómo los procesos restaurativos pueden reducir la reincidencia y transformar las respuestas sociales al delito. En el caso de la Mediación Vial, este enfoque se adapta a las particularidades de los siniestros de tráfico: daños heterogéneos que van desde lesiones físicas hasta pérdidas irreparables, la posible intervención de terceros como familiares, y la necesidad de coordinarse con procesos legales administrativos, civiles o penales. El proceso suele incluir una preparación individual, un encuentro facilitado por un mediador neutral y la construcción de acuerdos reparadores que pueden abarcar desde compensaciones económicas hasta acciones simbólicas, como disculpas o participación en campañas de sensibilización vial. Sin embargo, la Mediación Vial requiere mediadores con formación especializada en áreas como psicología, victimología, criminología y normativas viales, además de protocolos adaptados para garantizar la seguridad emocional y evitar la revictimización.

El impacto de los siniestros viales no se limita al daño físico. Las víctimas enfrentan secuelas como dolor crónico, pérdida de autonomía, trastornos de estrés postraumático, estigmatización social o dificultades laborales y económicas. Más allá de estas consecuencias tangibles, muchas víctimas reclaman un reconocimiento moral, una explicación sobre lo sucedido y la posibilidad de encontrar sentido a su sufrimiento. Estudios internacionales, como

los realizados por Mark Umbreit, han demostrado que los procesos restaurativos pueden satisfacer estas necesidades al permitir a las víctimas expresar su dolor y recuperar cierto control sobre sus vidas, algo que los sistemas punitivos o de compensación económica no siempre logran. Además, estos procesos fomentan la empatía en el infractor, quien, al confrontar el impacto de sus acciones, tiene la oportunidad de asumir su responsabilidad de manera significativa.

En el ámbito internacional, los programas de mediación víctima-infractor tienen una larga trayectoria, especialmente en Europa y Norteamérica. En países como España, las iniciativas piloto han integrado la Justicia Restaurativa en el ámbito vial, combinando mediación penal con medidas educativas, como talleres de sensibilización vial. Estas experiencias han mostrado resultados prometedores en términos de satisfacción de las víctimas y reducción de la reincidencia, siempre que se implementen con rigor y se seleccionen cuidadosamente los casos. En Hispanoamérica, países como Argentina, Chile, Colombia y México han desarrollado programas de mediación penal y comunitaria que, aunque no siempre específicos para siniestros viales, ofrecen lecciones valiosas que podrían adaptarse a este contexto. Por ejemplo, en Colombia, algunos programas locales han incorporado procesos restaurativos para abordar conflictos derivados de lesiones por accidentes, mostrando beneficios en la reparación emocional y la prevención de futuros incidentes.

Este modelo se alinea con estándares internacionales, como la Recomendación R(99)19 del Consejo de Europa y las Directrices de Naciones Unidas de 2002 sobre Justicia Restaurativa, garantizando procesos éticos y centrados en la víctima.

A pesar de su potencial, la Mediación Vial enfrenta desafíos significativos. La falta de marcos normativos específicos en muchos países dificulta la derivación formal de casos a procesos restaurativos, lo que requiere reformas legales y acuerdos interinstitucionales. Además, existe y persiste una desconfianza cultural hacia enfoques no punitivos, alimentada por la percepción de que el castigo es la única forma de justicia. Superar estas barreras implica diseñar protocolos estandarizados pero flexibles, capacitar mediadores con perspectiva de trauma y conocimientos en siniestralidad vial, y desarrollar campañas de comunicación que expliquen los beneficios de la mediación. También es crucial establecer mecanismos de financiamiento para garantizar la atención integral de las víctimas y promover investigaciones evaluativas que midan el impacto de estos programas en la satisfacción de las partes, la reincidencia y la prevención.

En conclusión, la Mediación Vial, enmarcada en la Justicia Restaurativa, ofrece una vía complementaria y transformadora para abordar las consecuencias de los siniestros viales. Al priorizar la reparación emocional y simbólica, permite a las víctimas sanar heridas que los sistemas tradicionales no alcanzan, al tiempo que fomenta la responsabilidad en los infractores y contribuye a una cultura de prevención. Propuestas como las creadas por este autor, MÉVIAL, hace referencia a Mediación Vial y no solo representan una respuesta innovadora, sino también un llamado a repensar la justicia desde la empatía, el diálogo y la humanidad.

“Porque sanar las heridas tras un siniestro vial, no es solo curar el cuerpo, sino restaurar el alma y construir un futuro más seguro por y para todos”.

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