La Ley 9/2025 de Movilidad Sostenible fue aprobada el 3 de diciembre de 2025 y entró en vigor tras su publicación en el BOE el día 4. Con esta norma, el Estado busca ordenar y modernizar la manera en que nos movemos en nuestras ciudades y carreteras, poniendo el foco en la seguridad, la eficiencia y la sostenibilidad. Su llegada marca un antes y un después en el modo en que administraciones y ciudadanos entendemos la movilidad diaria.
La ley nace también como respuesta a los retos actuales de contaminación, saturación del tráfico y desigualdad en el acceso al transporte. Establece obligaciones para las ciudades, impulsa tecnologías más limpias y promueve comportamientos más seguros en la vía pública, con la intención de que la movilidad no sea solo un desplazamiento, sino una parte del día más ordenada, más segura y más saludable.
Para entenderlo mejor, se plantean tres preguntas directas, respondidas de forma sencilla.
¿Me beneficia esta ley en mí día a día?
La norma impulsa que las ciudades organicen mejor el tráfico, prioricen los desplazamientos seguros y reduzcan la contaminación. Esto se traduce en calles más tranquilas, menos ruido y entornos más cómodos para caminar o usar la bicicleta. También favorece que el transporte público sea más eficiente, algo que cualquier persona nota cuando puede llegar antes a su destino y sin tantos atascos.
¿Mejorará mi seguridad cuando me desplace por la ciudad?
La ley exige a los municipios que refuercen la educación vial y que adopten medidas para proteger a los peatones, ciclistas y conductores. Esto implica que las policías locales trabajen con más herramientas, más formación y más capacidad para intervenir cuando haya comportamientos peligrosos en la vía pública. La consecuencia directa es que los desplazamientos se vuelven más seguros y que se reduzcan los accidentes.
¿Tendré una ciudad más limpia gracias a lo que establece esta ley?
El objetivo principal es avanzar hacia una movilidad menos contaminante, y para lograrlo se promueven vehículos más eficientes, zonas de bajas emisiones y una planificación urbana pensada para respirar aire de mayor calidad. Todo esto contribuye a que la ciudad sea más saludable y a que el entorno en el que vivimos resulte más agradable. Con el tiempo, también se espera una mejora en la salud pública, ya que la reducción de emisiones repercute en el bienestar general.
Esta nueva norma abre un camino amplio y lleno de cambios que merece seguir observándose. Hay mucho que analizar y comentar sobre sus efectos reales, así que en próximos artículos iremos desgranando aquellos aspectos singulares e importantes que ayudarán a comprenderla mejor y a valorar cómo transformará nuestras ciudades.
