Mario Decandia era un camarero italiano de 36 años que fue mortalmente atropellado por un patrulla de la Policía Local de Palma el día 2 de junio de 2022. Su familia y los dos compañeros de Mario, que resultaron heridos, critican la decisión de la Fiscalía que considera el accidente como una imprudencia leve, en contra del criterio del juez instructor, que aprecia delitos de homicidio y lesiones por imprudencia grave, penado con cárcel. Las víctimas reclaman Justicia. El caso se encuentra en su última fase antes de ir a juicio.
El joven camarero fue atropellado mortalmente por un coche patrulla de la Policía Local de Palma en una zona peatonal de la ciudada. Mario acababa de salir de trabajar de un restaurante del Moll Vell, junto a dos compañeros. Eran alrededor de las 0:30 horas e iban caminando en sentido hacia el Parc de sa Feixina cuando fueron arrollados por el vehículo policial. Los dos compañeros de Mario resultaron heridos de gravedad, pero él se llevó la peor parte y falleció en el Hospital de Son Espases, debido a las lesiones sufridas.
Nicola, hermano de Mario, explicó que hace unos meses envió una carta a la Fiscalía, al conocer que había recurrido ante la Audiencia Provincial el auto del juez instructor, Antoni Rotger, por el que se daba por concluida la investigación y se apreciaban indicios de delito de homicidio y lesiones por imprudencia grave, penados con hasta cuatro años de cárcel.
La Fiscalía se mostró en desacuerdo con el criterio del magistrado instructor, al considerar únicamente una imprudencia leve, por lo que en ese caso la pena sería únicamente económica.
La familia de Mario Decandia, así como los dos heridos en el accidente, personados en la causa como acusación particular, apoyan la tesis del juez instructor y se oponen a la del Ministerio Fiscal.
Carta a la Fiscalía
El hermano del fallecido en el trágico atropello, explica que la decisión de la Fiscalía “no nos deja dormir por las noches debido a su gravedad. Esta es una petición inhumana, por decir lo menos”. En su carta enviada a la Fiscalía, Nicola plantea interrogantes a los hechos plasmados en la investigación:
“En la noche del 2 de junio de 2022, mientras patrullaba la zona, un coche de la Policía Local fue detenido por dos transeúntes (¿tenemos los informes de estos testigos? ¿por qué aparecieron solo cinco días después del accidente? ¿existen informes de la agresión?) que informaban de una especie de agresión en las cercanías e indicaban cuál era el coche del responsable. En ese momento, el agente al volante encendió las luces y se lanzó a la búsqueda del vehículo señalado, recorriendo Passeig de Sagrera a una velocidad de unos 60 km/h (según la pericia de la defensa) o 87 km/h (según la Guardia Civil) en un tramo de carretera con un límite de 20 km/h”.
Nicola recuerda que “de los informes y testimonios se ha verificado que el patrulla circulaba sin los dispositivos sonoros encendidos (que probablemente habrían salvado la vida de mi hermano y que se puede considerar un agravante en la escala de imprudencia por violación de protocolos)”. “El agente declaró no conocer la zona a pesar de llevar más de veinte años en servicio. (…) En apoyo de la defensa, además de una pericia que desmiente a la Guardia Civil, se aportan las razones relacionadas con el coche, que no estaba en regla ya que tenía neumáticos diferentes entre los delanteros y los traseros, algunas notificaciones de los días anteriores sobre algunos problemas con el vehículo (que no parece que hayan tenido respaldo), una escasa iluminación que habría creado un “efecto túnel” impidiendo ver a los peatones y la plaza, la ausencia de señalización vial que indique tanto el giro como la presencia de la plaza, y finalmente, la presencia de asfalto mojado que no permitió al coche girar (asfalto seco para la Guardia Civil, los testigos y los videos de las cámaras de seguridad)”, relata en su carta.
“Imagino que usted habrá visto los mismos videos que yo he visto y que, meses después, no me dejan dormir por las noches y me quitan el aliento, por lo que le pregunto con toda honestidad si ese coche iba a una velocidad aceptable para el contexto urbano en el que se encontraba, independientemente de la emergencia. No es aceptable leer que el coche iba a 60 km/h, porque lo invito, mientras viaja a casa, a ir a esa velocidad. Se dará cuenta de que es prácticamente como estar parado. ¿Puede un coche a 60 km/h volar sobre una plaza, doblar una farola, atropellar a tres personas y destrozar un banco de cemento? En esta situación hay sentimientos en juego, pero esto no nubla el sentido común o la inteligencia personal.
Como dice la Guardia Civil en su informe, no se puede causar en servicio de emergencia un daño mayor que el que se está tratando de reparar (dicho por un organismo de justicia tan importante, parece una afirmación que confirma la gravedad al máximo nivel en la escala de imprudencia)”.
“De lo que ocurrió después, basándonos en los testimonios y los informes, podemos encontrar la síntesis en una sola palabra: caos. El agente al volante que fue encontrado en un completo estado de confusión, incapaz de actuar, otros agentes que intentaban ayudar a las víctimas, un transeúnte que se ofreció a asistir a mi hermano, tendido en un charco de sangre, testigos que fueron alejados, intentos de hacer firmar a un testigo un informe que no era capaz de entender porque no hablaba español, los agentes que ni siquiera fueron llevados al hospital, sino que fueron llevados inmediatamente a la comisaría, una prueba de alcoholemia realizada en la comisaría más de dos horas después, una prueba de cabello de la que nunca se supo nada, un clima de pánico cuyo último objetivo era protegerse, defenderse, proclamar a los medios su valor, su excelencia, mientras una familia en Cerdeña luchaba contra la burocracia y la omertá para intentar traer a Mario de vuelta a casa”, lamenta.
“Hay cosas que se saben poco porque no se pueden leer en los informes, los testimonios o los medios, pero que tienen un valor enorme, quizá no desde el punto de vista jurídico, pero ciertamente desde el punto de vista humano. Y si no permitimos que lo humano entre en el caso, que nos haga partícipes, entonces me pregunto cuál es el sentido de la vida humana, de ese cuerpo de 36 años sobre el frío cemento. Nunca leerá en ningún lado la absoluta falta de ayuda por parte de la policía o del servicio funerario, nunca leerá cuánto dolor y cuánta rabia sigo sintiendo hoy por esa llamada que me hizo un intérprete de la policía una semana después para preguntar si podían hacer algo mientras el cuerpo de mi hermano yacía en un ataúd en un avión que, durante casi tres días, después de una semana, voló de Palma a Madrid, a Roma y luego a Cagliari, cuando todos los documentos para la repatriación estaban ya listos desde el 3 de junio”, denuncia agriamente el hermano de Mario.
“Nuestra comunidad es pequeña y quiero que comprendan cómo lo que ha sucedido ha destruido las vidas, no solo la mía y la de mi familia, sino también la de muchísimas otras personas. No estaré aquí para decirle quién era Mario, no es posible describir con palabras el hambre de vida de un chico de 36 años que recorría el mundo, que se sentía bien en Palma pero que estaba muy vinculado a nuestra tierra, a la que habría querido abrazar al final del verano, y esta vez para siempre”.
El recurso presentado por la Fiscalía se encuentra pendiente de resolución por la Audiencia de Palma.