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El grave error de plantear la dotación de armas largas a las Policías Locales como una cuestión ideológica

Foto de archivo
Opinión, Portada
Las Policías Locales somos, en la mayoría de las ocasiones, los primeros en llegar a cualquier incidente en nuestras comunidades locales. La proximidad a la ciudadanía y nuestro extenso despliegue territorial nos sitúan en la primera línea de respuesta ante emergencias críticas. En un contexto de amenazas complejas, dotar a las Policías Locales de armas largas no debería plantearse como una cuestión política, sino como una necesidad técnica y operativa que puede salvar vidas.

La primera línea de respuesta

En España, las Policías Locales se han consolidado como un componente esencial del sistema de seguridad pública. Con más de 70.000 agentes distribuidos por todo el territorio, su presencia permanente y su conocimiento del entorno las convierten en el servicio policial con mayor y mejor capacidad de respuesta inmediata. Esta realidad se ha demostrado históricamente y se demuestra cada día.

Cuando se produce un incidente grave —una agresión con arma de fuego, un ataque terrorista o una situación de violencia extrema—, las patrullas de las Policías Locales suelen ser las primeros en llegar. Esa realidad operativa, constatada en múltiples ocasiones, exige que dispongan de medios acordes al nivel de riesgo que potencialmente pueden afrontar.

Por ejemplo, durante los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils en 2017, fueron agentes de la Guardia Urbana y de las Policías Locales quienes intervinieron en los primeros momentos, conteniendo la amenaza y asistiendo a las víctimas. Pero su actuación heroica puso de relieve una carencia estructural: la necesidad de dotar a las Policías Locales de recursos tácticos y de autoprotección adecuados para responder ante amenazas de alta letalidad.

Una respuesta proporcional a nuevas amenazas

El entorno de seguridad actual ha cambiado. Las armas de guerra, el terrorismo urbano, la delincuencia itinerante y la violencia extrema forman parte de un escenario al que, desgraciadamente, ningún cuerpo policial puede permanecer ajeno.

Así, las armas largas —como carabinas o escopetas policiales— no representan una militarización de la policía de proximidad, sino un instrumento técnico para garantizar una respuesta proporcional, eficaz y segura en situaciones excepcionales.

Mientras que el arma corta resulta suficiente para responder a la gran mayoría de intervenciones cotidianas, resulta claramente insuficiente ante un agresor armado con fusil, que utiliza un vehículo como arma o ante ataques múltiples. En esos casos, las armas largas permiten una mayor precisión, una distancia de seguridad adecuada y una mejor protección tanto para la Policía como para la ciudadanía.

Formación, control y responsabilidad

Como para el resto de los servicios policiales, la dotación de armas largas para las Policías Locales debe sustentarse en tres pilares: formación específica, protocolos de actuación y supervisión rigurosa.

Su uso debe estar limitado a escenarios concretos y bajo estrictos criterios de proporcionalidad y necesidad, siguiendo el mismo modelo que aplican numerosos cuerpos policiales europeos y nacionales. Además, su custodia en dependencias o vehículos policiales garantiza la trazabilidad y el control total sobre su empleo.

Las Policías Locales ya han demostrado su solvencia técnica en ámbitos como el manejo de drones, las unidades caninas o las intervenciones en violencia de género. Dotarlas con armas largas debe entenderse como un paso natural en su evolución profesional y no una ruptura de su carácter de policía de proximidad.

Una decisión de responsabilidad institucional

La competencia para decidir el armamento de las Policías Locales recae en las comunidades autónomas; por eso son los gobiernos regionales la primera línea de responsabilidad institucional. Y, posteriormente, los municipios, a quienes corresponde la decisión de compra. Ambos deben afrontar esta decisión con visión estratégica y no con contaminaciones ideológicas o partidistas.

Porque este asunto no se trata de una cuestión política, sino de una decisión técnica, basada en la realidad operativa y en la seguridad de los y las agentes y de la ciudadanía. Varios territorios ya han avanzado en este sentido, autorizando la incorporación de armas largas en determinadas unidades o de manera experimental, con resultados positivos y sin incidencia negativa en la percepción ciudadana.

Las Policías Locales están cada día más presentes, más formadas y más implicadas en el mantenimiento de la seguridad ciudadana. Pero para responder con eficacia ante amenazas graves, la preparación no basta: también se necesitan medios adecuados.

Dotar de armas largas a las Policías Locales no es un privilegio ni un gesto simbólico; es una medida de coherencia operativa y de respeto institucional hacia quienes son la primera barrera de protección de nuestras comunidades locales. Equipar adecuadamente a las Policías Locales significa invertir en seguridad, en confianza y en vida. Es, en definitiva, una decisión de responsabilidad que las autoridades autonómicas y locales no deben seguir aplazando.

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